Hace algunos años escuché por primera vez lo que voy a contarte a continuación:
Se dice que, si intentas meter a una rana en un recipiente con agua caliente, al contacto con ella la rana salta inmediatamente. Sin embargo, si metemos a la rana en un recipiente con agua a temperatura ambiente, le ponemos al fuego y dejamos que esta se vaya calentando hasta que hierva, la rana no será capaz de percibir el aumento de la temperatura y morirá cocida.
Quizá para algunos, resulte difícil de creer lo que acaban de leer. Esto es: que la rana se mantiene dentro del agua aunque ésta siga aumentando su temperatura, sin darse cuenta y sin hacer nada hasta que muere, sin embargo esto es verdad.
Con el paso del tiempo me he dado cuenta que lo que le sucede a la rana, es lo mismo que les ocurre a los seres humanos. ¿No es cierto?
¿Porque lo digo?
Porque desafortunadamente, a la mayoría de los seres humanos les sucede que, con el correr de los años y sin darse cuenta, se ven inmersos en “un recipiente con agua” que va aumentando su temperatura, en el que se mantienen hasta que la muerte les llega, haciendo, en el mejor de los casos algo y muchas veces nada para salir de ahí.
Intentaré ser más claro: Creo que mucha gente, a lo largo de su vida, inmersa en las circunstancias y situaciones que va viviendo; experiencias pasadas, relaciones insatisfactorias y desgastantes, preocupaciones, tensiones de la vida cotidiana, un trabajo que se realiza por obligación y no por gusto, terminan por envolverles. Aquí también, caben aquellos que buscando alcanzar un objetivo –estatus o posición económica- terminan perdiéndose en una “carrera loca”, haciendo de lo importante lo accesorio, viviendo sólo para trabajar. Para todos ellos: “El agua ha ido calentándose” sin darse cuenta.
Tristemente, conforme va pasando el tiempo, algunos dejamos que nuestra vida se vaya transformando en algo monótono y rutinario, en algo que no nos llena, que no nos satisface y va creando un vacío que a veces no logramos entender y muchas veces tratamos de llenar tomando decisiones equivocadas, conductas inadecuadas que lo único que provocan –a la larga- es un mayor vacío. Algunos otros transforman su vida en una lucha constante y desgastante en la que quedan atrapados. Así, aun cuando pudimos haber iniciando con un noble propósito en mente, terminamos perdiéndonos, adormeciendo nuestra capacidad para disfrutar de las personas y de las cosas que en verdad son valiosa en la vida, aquellas que están a nuestro alcance y que sin darnos cuenta, hemos dejado de percibir y de experimentar.
Todo esto me hace recordar lo que escuché hace unos años: “la única diferencia entre un camino trillado y una tumba, es un poco de tierra”.
En nuestro negocio, también corremos el riesgo de perdernos sino tenemos el cuidado de tener presente cual es la razón por la que decidimos iniciarlo y que en la mayoría de los casos es: lograr libertad financiera… y libertad de tiempo para hacer de nuestra vida algo mejor y disfrutar de ella.
Por esta razón es importante, que periódicamente te detengas, que hagas un alto en el camino y te preguntes: ¿Es esta la forma en que quiero vivir? ¿Es esto lo que deseaba cuando inicié mi viaje? Y de no ser así, es el momento de corregir el rumbo.
Así que ¡tú decides!… si quieres caminar un camino trillado o empiezas a viajar por una ruta más rica en experiencias y te das la oportunidad de a vivir como tú lo mereces.
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